Monday, October 13, 2014


En esta oportunidad, publico algunos testimonios personales, de Eduardo Ángel Vitier, quien nos ha sorprendido por su lenguaje sencillo, su manera de escribir y su talento para ello. No caben dudas que tiene la musa de la familia. Él lo ha estado publicando parcialmente para sus seguidores de fB, pero me ha dado su autorización para publicarlo en nuestro blog. Ahí les va un resumen, serán ustedes mismos los que lo valoren. Le agradezco su tiempo y lo felicito a él, por su tremendo talento. Que lo disfruten, yo, ya lo hice.

Asi comenzamos:

September 30, 2014 at 8:10pm

Mis primeros recuerdos siempre involucran al mar. A derecha o izquierda, De La Habana  a Matanzas. Yendo o viniendo. De casa de mi padre a la de mis abuelos, o viceversa, pero siempre el mar. Luego están la casa de Marianao, con su amplio portal y el tremendo columpio, el piso de lozas rojas y blancas y la abuela Pura. Los autos parqueados en la calle, bajo los grandes árboles y la tranquilidad para siempre grabados en mi memoria como una interrogante sin respuesta.

Mi padre, casi siempre ausente, presentándose en cada visita en un auto diferente y cargándome en sus piernas para que disfrutara darle vueltas al timón mientras aceleraba. Alto, siempre con alguna historia por contar. Lo recuerdo por estas cosas y no por su cariño. Quizás lo quise, pero no lo sé e igual su cariño nunca me importó. Luego, con los años desapareció de mi vida y esta desaparición no dejo rastro alguno en mi comportamiento. Hoy, 56 años después, sabiendo mucho más sobre algunos por qué, puedo decir que mi padre fue un error olvidable, que pasó sin dejar rastro y que desde  siempre agradeceré no haber tenido cerca.

Para nosotros, Eduardo Juan Carreño Pedre, es la representación onírica de todo lo que un hijo de puta es.

Mi otro recuerdo es el de mis viajes a la vieja casa de los Vitier en la Víbora. Siempre íbamos con mi abuelo, Pipo. Ir a casa de Tion (Medardo Vitier) siempre era para nosotros motivo de una excitación tremenda. Aun cuando podíamos haber ido en auto, la mayoría de las veces lo hacíamos en el tren de Los Unidos, que salía de la estación de trenes de Matanzas. A lo largo del viaje mi abuelo iba tejiéndonos historias, ensenándonos nombres, señalándonos detalles. Era un aliento constante para nuestra curiosidad infantil. Luego, sentarnos a la larga mesa, con primos y otros familiares a disfrutar como aquellos hermanos de cabellera blanca competían con nosotros en eso de ser niños.


Esos dos eventos definen el comienzo de lo que al menos yo quiero recordar de aquellos años. Asi que el mar y la familia siempre fueron, desde mi niñez, factores tremendos. Luego se confunden la simetría cronológica pero igual no olvidaré a la maestra Carmela en la escuela Zamora Quero a la que ingrese teniendo aun cuatro años y a la que entre sabiendo leer. José Adolfo Macau, en la calle Ayuntamiento, con su conserje llamado Eligio que dormía en el segundo piso y orinaba en un tibor que todas las mañanas vaciaba ante la vista atónita de muchos de nosotros. O Lincoln, el excelente profesor al que más de una vez le gastamos una broma y que siempre nos regalaba paciencia y amor. Por ese entonces todavía se respetaba a los adultos y aun cuando ya Girón y las compotas iban camino de hacerse historias, se respetaba a los adultos.

Cuba cerraba espacios y poco a poco la miseria, el miedo, la escasez se imponía como sello nacional. Las locuras eran diseñadas en una tribuna, a cualquier ritmo. Exuberantes, exageradas. Aplanadoras verbales con un solo premio: más escasez y prohibiciones. Más guerra contra fantasmas. Los años comenzaban a tener nombres y apellidos. A veces eran más cortos, a veces más largos. Todo para complacer el apetito fantasioso de un Quijote en olivos. Al final, solo había menos de todo y más de nada.

La opinión, ese catalítico equilibrante había desaparecido. Reinaba la bota del guerrillero. A solas y contra todo

Pero éramos solo niños y por aquel entonces la política era solo una palabra.

En mis viajes sorpresa a casa de Tion siempre nos levantábamos temprano para tomar el primer tren a La Habana. Recuerdo una vez a punto de cruzar la calle Contreras, ver pasar unos camiones enormes con unos tubos tremendos cubiertos con una lona verde, y custodiados por soldados. Años después supe que había visto pasar, parte de los cohetes que desataron la crisis de Octubre.

Esa crisis que puso al mundo al borde de una guerra atómica con poca esperanza para la humanidad fue como otra más para nosotros. La crisis era nuestro estado natural y siempre dejaban espacio para culpar a un tercero de nuestras penurias. Quien sabe cuál de esas crisis fue la que nos dejó haciendo malabares infantiles frente a una vidriera con juguetes de los cuales nos tocaban solo tres una vez al año, nunca más en Navidad, sino ahora en una fecha revolucionaria.

En casa todos hicieron posible que durante años, nada del desasosiego social tocara nuestras vidas. Vivíamos como congelados en una burbuja, viendo el mundo solo en el camino a la escuela. Los escasos juguetes eran multiplicados con alegrías y risas. Ansiosos esperábamos su entrega para juguetear con nuestro propio Santa Claus (años después supe era mi abuelo disfrazado pero igual, para mí, es una imagen que siempre le dará a mi infancia un aire de normalidad precioso). Lo esperábamos alrededor del árbol de Navidad y nos encantaba verlo disfrutar el café frio que mi abuela Mima, Zoila Noemí Byrne de Miranda, le ofrecía. Tenía que ser frio pues viviendo él en el “polo” no lo resistía caliente. Lo curioso y que agranda este momento es que mi abuelo no  aceptaba de nadie un café siquiera tibio. Tenía que ser caliente, a punto de hervir casi. Y sin embargo, para darle veracidad al personaje era la única vez que lo tomaba, con gusto, casi helado.

Nuestros juegos infantiles siempre se detenían cuando mi primo Toto, (Roberto Asso) llegaba a casa con algunos de sus amigos. Mayor que nosotros como en seis años siempre el meternos en sus conversaciones nos daba un sentimiento de importancia. También por aquel entonces él tenía una novia, Aida, que vivía en Daoiz y eso lo hacía aun mas respetable a nuestros ojos. 

Por ese entonces ya en Cuba reinaba la escasez y la gente al vestirse comenzaban a parecer uniformados pues  todos usábamos lo que se podía comprar en la tienda, por lo que era muy fácil ver en un mismo grupo a algunos con la misma camisa, pantalón o zapatos. Se acababa la variedad, por eso la impresión de los amigos de Toto, siempre causaban mayor efecto en nosotros. Se empeñaban por estar en lo último. Quizás un jeans, un reloj, o simplemente la música que oían. Ya nosotros habíamos sido bastante influenciados por los Festivales de Varadero y como en bromas imitábamos sus canciones con un combito llamado Los Hélices que más que a Los Mustang y a Los Ángeles  trataba de  imitar a otro, creo que a Los Modernos, donde Toto junto a Borges tocaban.

Estaban Tony el “ña”, Orlando Hernández, el choco, Raúl Campos, Eduardo, Pachón. Con todos ellos mantuve luego relación de amigos y hoy por hoy cuando regreso a Cuba y los veo y hablamos como hermanos. Pero de todos ellos, quizás con el que menos roce tuve, pero del que conservo la mayor impresión es Miguel de la Portilla. Diré por qué. Vivía en Milanés, en los altos de una tremenda amiga de mi abuela llamada Georgina. Eran días donde ir de visita a casa de esta señora siempre nos resultaba como entrar a un lugar sagrado. Frío, silencioso, elegante, con muy buen gusto. La casa de Miguel quedaba en los altos y  sus balcones daban a la calle de Milanés. Cuando aquello aún se competía en la Vuelta a Cuba y todos los muchachos del barrio teníamos un ídolo. Para mí era el Búfalo Arencibia. Seguía la competencia en los periódicos y cuando esta vuelta pasó por Matanzas, Toto nos llevó a casa de Miguel a verla pasar .Y desde allí, en lo alto, vi el desastre ocurrir. Llegando los ciclistas a la meta que estaba en el parque de La Libertad, parados en biela en un último sprint, el Búfalo en el grupo líder, alguno de los ciclistas cayeron en ese desnivel del asfalto, por donde corría el agua en las calles matanceras, arrastrando en su caída a todos los que estaban  en el grupo, incluido mi ídolo. Esa visión de sangre, gritos, desasosiego, termino con mis sueños de ciclista y doy gracias, pues dio paso a algo que con el tiempo, me proporcionó más satisfacciones que dos simples ruedas.

Con la escuela todo cambio para nosotros. Dejábamos de ser los únicos cuatro para descubrir que el mundo exterior estaba lleno de niños, con otros juegos, otras ideas. Dejábamos de ser un clan para bautizarnos como entes sociales. Las enseñanzas exigieron conocimientos y con estos poco a poco, admiraciones y grupos se fueron estableciendo, pero si algo en realidad me fascinó, fue la belleza de mis compañeritas. Por ese entonces conocí a Mercedes Izquierdo, Merceditas para mí. Vivía en los altos de La Vigía y escaparme de casa y sentarme en el parquecito frente a su balcón, esperando al menos decirle hola, lo era todo para mí. Creo ahí escribí mis primeras poesías. No sé para ella pero ese estado no material en que pensar en ella me daba, de seguro resultó el nacimiento de mis primeras chapucerías literarias. Luego vinieron otras admiraciones, siempre guardadas en secreto, pues desde niño fui bastante solitario.

En la esquina de Santa Teresa y Manzano había una barbería y allí Andrés, el barbero se encargaba de darnos a todos  la misma apariencia. Al rape y solo un mechoncito en la frente. Sé que siendo cuatro para mi madre era lo más rentable económicamente, pero en realidad  era un pelado que no disfrutaba en lo absoluto. Pero nos encantaba ir a la barbería pues Andrés siempre tenía para cada uno un caramelo, un cuento, una atención. Y al menos a mí me fascinaba como al ir perdiendo pelo bajo la acción de la maquina mis orejas se iban haciendo más visibles. Hasta que dejo de importarme, las orejas fueron razón para que  amigos de la infancia siempre me hicieran bromas.

Los amigos incipientes resultaron vecinos también. Y entonces  solo esperábamos salir de clases para alternando casas reunirnos y seguir jugando. Machy vivía al doblar de nosotros, en Daoiz, y en su casa, tan grande cómo la mía tejimos nuestras primeras aventuras juntos. Machito, su padre, que tenía un taller de zapatera en la parte trasera nos dejaba jugar por allí con  martillos y clavos. Hilda, su madre siempre nos sorprendía con un refresco o con la simple mirada de una madre que ve a su hijo crecer feliz. Recuerdo que a las siete nos sentábamos frente al televisor a ver los episodios que como aventuras todavía ofrecían. Perry Mason era de mis preferidos. Para Machy y mis hermanos era la Carabela Roja o algo asi. Demasiado siniestro el nombre para ser recordado. Pero si bien esta amistad era una buena razón para vernos, era poder ver a Lourdes pasar y embelesarnos con su olor. Algunos años mayores que nosotros era para Machy la hermana querida, para nosotros, la novia intocable. Y ella con su gracia solo lograba aumentar la inocencia de esos amores tiernos.

Frente a Machy vivía el Isleño, que es otro de esos amigos que siempre lo serán. Rolando Montero es su nombre. Criado por Gabriela a quien siempre admiraré pues esta señora con sus escasos recursos crio a un muchacho ella solita. Le dio amor  pero por sobre todo, la educación que solos los adultos responsables son capaces de dar. En la otra cuadra Gilberto Portela, ahora para mi desaparecido por esta tragedia que sufrimos los cubanos. Subiendo por Jovellanos estaban Raidel Rangel y Carlos Díaz, tres hermanos con una chispa creativa tremenda. Y bajando por Manzano, Guillermito Montoro.

Luego esta colección selecta se iría ampliando pero son estos amigos, con los que se recorrieron las calles por primera vez, esos con los que se compartieron los sueños, los que, estén donde estén, siempre recordaremos como nuestros.

El Concentrado de sexto grado fue un experimento que hizo posible que niños de toda la ciudad se uniesen por primera vez. Divididos en cuatro secciones, A, B y C y estas a su vez en 4 categorías dependiendo del promedio académico de cada alumno. Fue aquí donde por primera vez y a nivel consciente desaté toda la parafernalia fantasiosa del niño eterno. Y como castigo entonces me enviaban al grupo 4 de la categoría A, donde caía, hasta que para desmayo del director regresaba al A1, luego del resultado de las pruebas.

A Machy le había tocado, el B1 y allí había conocido a Gudelia. Esta tenía una amiga, Laura Cisneros, de la cual, y como siempre en silencio, me enamore. Machy y Gudelia se hicieron novios, y él viendo que todos sus amigos menos yo, ya tenían su primera novia, me empujaba para que yo me decidiese a hablar con Laura. Mis miedos se hacían gigantes y cada vez que la veía me paralizaba hasta que un día me arrancaron mi palabra de honor que esa tarde, cuando la viera le confesaría mi amor por ella. Y asi me llegó la hora de almuerzo y todos bajamos a esperar nuestro turno en el gran patio de aquella escuela en la calle Rio. Quizás no fue así, pero así lo recuerdo… Repentinamente, todos se hicieron a un lado dibujando un pasillo como de honor y por el me vi avanzando yo, no se si consciente o no de lo que estaba a punto de hacer, hacia Laura. Rígido y como obedeciendo unos comandos que no reconocía como propios, la intercepté, y dándole un manotazo en el hombro, casi le grite…”estoy enamorado de ti dime…sí o no”. Nunca logró  responderme, porque fue tanta la fuerza de este golpe que ella aturdida, y tomada por sorpresa, sin esperar tanta agresividad, nerviosa, solo atinó a derrumbarse y comenzar a llorar. Por mucho tiempo, este hecho casi heroico para mí, marcó una frontera que mantuve hasta los 25 años con respecto a las mujeres, y decidí que era menos doloroso y bochornoso enamorarme en silencio.

 

Recuerdos imborrables.
Estaban Tony el ña,Orlando el negro,Raul Campos,Eduardo,Pachon.Con todos ellos mantuve luego relación de amigos y hoy por hoy cuando regreso a Cuba y los veo hablamos como hermanos.Pero de todos ellos,quizas con el que menos roce tuve,pero del que conservo la mayor impresión es Miguel de la Portilla.Dire por que.Vivia en Milanes,en los altos de una tremenda amiga de mi abuela llamada Georgina.Eran dias donde ir de visita a casa de esta senora siempre nos resultaba como entrar a un lugar sagrado.Frio, silencioso,elegante,con muy buen gusto.La casa de Miguel quedaba en los altos y  sus balcones daban a la calle de Milanes.Cuando aquello aun se competia en la Vuelta  Cuba y todos los muchachos del barrio teniamos un idolo x.Para mi era el Bufalo Arencibia.Seguia la competencia en los periodicos y cuando esta vuelta paso por Matanzas,Toto nos llevo a casa de Miguel a verla pasar .Y desde alli,en lo alto,vi el desastre ocurrir.Llegando los ciclistas a la meta que estaba en el parque de La Libertad,parados en viela en un ultimo sprint,el Bufalo en el grupo lider,alguno de los ciclistas callo en ese desnivel del asfalto,por donde corria el agua en las calles matanceras,y cayo,arrastrando en su caida a todos los que estaban  en el grupo,incluido mi idolo.Esa vision de sangre,gritos,desasosiego,termino con mis suenos de ciclista y doy gracias a todo pues dio paso a algo que con el tiempo,me dio mas satisfacciones que dos simples ruedas.

 








Eduardo A. Vitier, nuestro protagonista de hoy



Animate y se autor de tu propia historia.

1 comment:

  1. Me gusto mucho tu forma de narrar. He leido mucho a Padura, y usas quizas sin saberlo, recursos literarios de este autor cubano. Ojala que continues aportando con tus historias. Espero que otros tambien lo hagan, sera un testimonio muy real. Gracias Angel.

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Gracias por tu testimonio matancero(a)...todos lo disfrutaran!!!